lunes, 26 de mayo de 2014

CAMBIOS FISIOLÓGICOS NORMALES Y ALIMENTACIÓN

CAMBIOS FISIOLÓGICOS NORMALES Y ALIMENTACIÓN

               
Parece que con las prisas y lo “moderno” se nos haya olvidado que lo normal existe y que lo que ha sido útil desde hace siglos, siga siéndolo. Esto ocurre con una parte de nuestra vida, la que aquí nos interesa, el ser humano, su desarrollo normal y su alimentación. Todos nacemos y crecemos, sufriendo a lo largo de la vida cambios que son fisiológicos, normales. Pasamos de lactantes a niños y de ahí a la pubertad y la juventud, de ella a la madurez y a la vejez, pasando por embarazos, deporte, menopausia, etc. Hasta hace unas pocas décadas, la alimentación habitual, según regiones y hábitos, era suficiente, si se tenía para comer, para un desarrollo normal. El mayor problema era la escasez, con la consiguiente malnutrición y sus consecuencias. Con el paso del tiempo hemos conseguido que, al menos en países como el nuestro, casi todos tengamos la posibilidad de una alimentación en cantidades correctas; ya no vemos raquitismos como en los años 40 y 50, ni escorbutos como en los siglos XVI y XVII.

Hoy día el problema es que tendemos a considerar que lo normal, que los cambios habituales de cualquier persona, son algo que rayan con la enfermedad y  precisan de cosas especiales, de extraordinarios en los hábitos de vida y, sobre todo, en la alimentación.

El crecimiento acelerado de la infancia y adolescencia precisa “de un aporte extra de calcio y vitamina D”; la menopausia de “hormonas vegetales y fitosteroles”; los ancianos y adultos de “antioxidantes concentrados”.

El poder tener alimentos enriquecidos y funcionales es algo que nos ayuda en muchas situaciones y mas con el ritmo de vida que llevamos, pero la alimentación normal, la de toda la vida, la que hemos aprendido con nuestras madres y abuelas, salvo raras excepciones es una maravilla, a la que se le pueden ir añadiendo variaciones, pero solo añadiendo, no cambiarla como si le diésemos la vuelta a un calcetín.

Antioxidantes y fibra de frutas y verduras; calcio y vitamina D de los lácteos; hierro de cárnicos, bivalvos, lentejas, huevos y lácteos; agua (hidratación) de la de bebida, las sopas y los caldos, las verduras y las frutas, los lácteos.

En general, el aporte de vitaminas, minerales, proteínas, etc., incluyendo aquellos de efecto “antienvejecimiento”, es suficiente con una dieta normal y no precisamos añadidos. Si necesitamos tomar más vitamina C porque somos fumadores y consumimos mas, porque creemos que nos evitará los catarros o porque como antioxidante nos enlentecerá el envejecimiento, tenemos su mejor fuente en los cítricos (naranjas, limones, mandarinas, pomelos), pero también en tomates, kiwis, patatas, piñas, etc., alimentos habituales de nuestra dieta, a nuestro alcance todo el año y a los que sumar los que provienen de otras partes del mundo.

Ácidos omega 3, vitaminas E y A, ácidos grasos mono y poliinsaturados, están en frutos secos (castañas, almendras, nueces,…), aceitunas y aceite de oliva, leche y lácteos fermentados, hortalizas como las zanahorias, huevos y pescados azules.


Vamos, que un día con un par de vasos de leche y un yogurt, 4 o 5 piezas de fruta (valen en zumo algunas), un par de platos de cuchara, una ensalada con aceite de oliva, pan, y algo de pescado azul sigue siendo sano, antienvejecimiento y un placer para el paladar.