lunes, 21 de marzo de 2016


¿CINCO COMIDAS AL DIA? 

        
Una de las ideas más equivocadas que se tienen habitualmente en temas de nutrición y alimentación, es que si comemos pocas veces mantendremos nuestro peso, nos encontraremos estupendos y, si es necesario, perderemos peso y lo haremos muy deprisa.
El ser humano, en nuestra época, en nuestra civilización, con nuestra forma de vida, bastante sedentaria, necesita comer cuatro o mejor cinco veces al día, repartiendo a lo largo de las comidas el contenido de calorías y nutrientes que necesita para mantener su actividad sin fases de falta de energía ni nutrientes y sin otras en las que acumulemos el exceso ingerido como grasa corporal de baja utilidad.
El comer varias veces le permite al organismo mantener un gasto energético adecuado a su actividad, obtenido básicamente de los hidratos de carbono y en menor medida de las grasas. Al hacerlo así, se es mucho más eficiente y más rápido en la obtención de energía que si necesitamos quemar grasa o, mucho peor, proteínas.
El problema es que los hidratos de carbono, fundamentalmente la glucosa, se acumulan en músculos e hígado sobre todo y excepto en personas muy entrenadas, estas reservas se gastan con rapidez. Es por esto que el hacer pequeñas comidas intermedias nos permitirán reponer parte de lo gastado en nuestra jornada y llegar a la siguiente comida rindiendo de manera adecuada.
Las comidas deben ser, como regla general tres principales, desayuno, comida y cena, y alguna intermedia como la del “recreo” de los niños o “media mañana” de los adultos, la merienda y, según los horarios alguna otra para compensar el gran número de horas entre dos de las principales.
El desayuno, como todos sabemos, es la comida principal del día. Pero esto es para los que tienen que desarrollar su trabajo más exigente por la mañana. Debe contener aproximadamente un veinticinco por ciento de la carga calórica total del día.
Como decía el Profesor Grande Covián, en España tenemos el mejor del desayuno del mundo. La naranja en zumo o en gajos, aporte de agua , hidratos de carbono, fibra y vitamina C; los derivados lácteos en forma de leche, derivados fermentados(yogur, etc), fuentes de agua, hidratos de carbono, calcio, vitamina D, hierro, proteínas, grasa. Derivados de los cereales en forma de pan, churros-porras, bollería, etc, fuente de hidratos de carbono y vitaminas. Y todo tipo de productos maravillosos como aporte graso partiendo del aceite de oliva y llegando a la manteca colorá, pasando por fuentes de proteínas de muy alto valor biológico, con más o menos grasa como son los fiambres y embutidos, con su superestrella el jamón serrano.
En muchos, por no decir todos los casos, el desayuno no es una comida suficiente para quien trabaja por la mañana. Es por esto que nuestros mayores que trabajaban en el campo hacían un “almuerzo” a mitad de mañana, que los niños necesitan del bocadillo del recreo y los que tienen trabajos sedentarios deben parar para el “café” a media mañana.
Esta última comida de media mañana dependerá del tipo de actividad que se vaya a realizar después. Si tiene un componente físico importante se deberá unir una fuente de hidratos de carbono a otra de proteínas, de ahí surge el bocadillo para los niños que seguirán con clases y actividad física. Si la actividad física se realiza al aire libre, en épocas de frio, además deberá tener algo más de grasa de la habitual, como por ejemplo la de los embutidos, los pescados azules de lata (que añaden además aceite de oliva a su propia grasa) o el huevo.
El resto de comidas intermedias también se deben diseñar en función del intervalo entre las principales anterior y posterior y según la actividad a desarrollar. No es lo mismo dedicarse a hacer deporte o jugar al aire libre que permanecer sentado haciendo una actividad intelectual. Al igual no es lo mismo que entre una comida y una cena pasen cinco horas que sean ocho.

 En cuanto a la última comida, la cena, aun no debiendo ser de difícil y pesada digestión, sí debe aportar elementos suficientes para reparar lo gastado durante el día y mantener el funcionamiento de nuestros órganos vitales en perfecto estado, sobre todo el cerebro que durante la noche trabaja tanto o más que durante el día y solo lo hace, salvo situaciones límite, con glucosa.

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