ALIMENTOS BUENOS – ALIMENTOS MALOS
Es
bastante frecuente oír hablar de que un alimento es bueno o muy bueno y que
otro es malo o muy malo.
Sin
entrar en un estudio nutricional ni sociológico que podría ocupar páginas y
páginas, se podría decir que no hay alimentos buenos ni malos, que en principio
todos los alimentos son buenos, salvo los que contienen una sustancia tóxica
para el ser humano, y que todos pueden ser malos nutricional o económicamente
según las personas, las cantidades y muchos otros factores.
Si
obviamos aquellos alimentos que son contenedores de toxinas, en algunos casos
propias, en otros adquiridas por descomposición o contaminación, como las setas
venenosas, los contaminados con metales pesados y los que se contaminan por
aflatoxina producida por hongos que infestan cereales o frutos secos, todos los
alimentos son buenos.
La
bondad de un alimento u otro dependerá de su aporte nutricional y de su
integración en una dieta variada y equilibrada, del coste que tenga (si es tan
caro que nos limita el comprar otros alimentos necesarios no es bueno), de la
forma de cocinado y de nuestros conocimientos para cocinarlo.
En
el caso de los niños, haciendo una introducción progresiva y pausada de
alimentos, sobre todo de aquellos alimentos a los que por evolución nos hemos
acostumbrado en cada zona geográfica del mundo, no habrá alimentos malos. Es
por ello que la nueva tendencia de “por si acaso” vamos a evitar que el niño
coma alimentos con gluten, con lactosa, con fructosa, con proteínas de origen
animal, con vísceras, etc, solo puede llevar a problemas nutricionales con
carencias y déficits mas o menos graves que afecten a su desarrollo normal. El
no utilizar ciertos alimentos sin haber comprobado una intolerancia o alergia,
no solo no evita problemas sino que los puede causar.
El
comer de todo desde la infancia favorece el correcto desarrollo del cuerpo,
desde la dentición hasta un correcto ritmo intestinal. Además es una parte
básica de la educación de los niños, haciendo que se acostumbren a nuevos
sabores, olores, texturas, que ayudarán a madurar los procesos digestivos y
metabólicos orgánicos.
El
adjudicar la característica de bondad (utilidad o salud) o maldad (capacidad de
causar enfermedad) a un alimento es algo típico de todos los tiempos, no es
algo nuevo, ni siquiera moderno aunque esté de moda.
Según
las modas y los conocimientos científicos, la valoración de los alimentos se ha
ido modificando y han pasado cosas tan curiosas como que los pescados azules,
antes comidas de pobres, son conocidos por su aporte nutricional y por combatir
el aumento de colesterol en humanos. La quinoa, cereal que permitía sobrevivir
a los habitantes del altiplano boliviano, ahora se consume en las cocinas de
diseño de muchos restaurantes como si aportase mejores nutrientes que el arroz,
o los distintos arroces; o que otros cereales como el trigo. El cerdo se
convirtió en el “Maligno” de la nutrición, básicamente porque consume mucho
alimento para desarrollarse y podía transmitir enfermedades parasitarias, cosa
casi imposible en países como el nuestro gracias a los controles
sanitarios-alimentarios; hoy día sabemos que el problema del consumo de los
derivados del cerdo no está en ellos, sino en la cantidad, hacerlo de vez en
cuando, y en la calidad de los mismos, un cerdo ibérico de bellota produce una
grasa que no solo no aumenta los niveles de colesterol de la sangre más que la
carne de otros animales de granja, sino que los puede bajar.
Y
así podríamos seguir hablando de sustancias que aportan dulzor a las comidas
como el azúcar derivado de la caña o la remolacha, la miel, la zanahoria, … .
También de las legumbres que han alimentado a gran parte de la población de
España y Centro y Norteamérica; las hortalizas como la patata que salvaron de
la muerte durante décadas a irlandeses, españoles y habitantes de toda Europa,
desde su importación de América.
Uno
de los grandes problemas del ser humano, desde hace siglos y hoy también, es el
que siempre intenta llegar a un concepto absoluto y maniqueo de bondad o maldad
en todos los aspectos de la vida, perdiendo de vista que casi todo, por no
decir todo, tiene partes buenas y no tan buenas, incluso a veces malas, y que
esto depende muchos factores e intereses como la economía, los negocios, la
educación, la necesidad de sobrevivir, el clima, la geografía, el aprendizaje,
las ganas de conocer cosas nuevas, etc.